domingo, 17 de febrero de 2008

Ningún

Ningún hombre, no pudo darle
a ninguna mujer un sueño.
Ningún hombre sólo tenía olvido,
ninguna mujer poseía llanto;
ningún hombre y ninguna mujer
se unieron en triste desventura.

Ningún hombre y ninguna mujer
se perdían en oscuros silencios
que ninguna palabra franqueaba.

Sin conquistas ni aciertos,
en un mundo vacío, moribundo,
se les caían desgraciadas las esperanzas.
Ninguna canción,
hombre-olvido y mujer-llanto,
podían ya acariciar,
tan sólo a la Nada declamaban.

Ningún hombre tenía cuencas vacías,
ojos crucificados;
ninguna mujer oídos muertos,
sonidos sangrantes;
él perdió a la belleza,
y ella perdió sentirse amada.

Ningún hombre levantaba, salvaje,
su pesado escudo;
ninguna mujer huía, delicada,
sobre el viento.
Ningún hombre y ninguna mujer
se desunieron por aventuras,
pero solos de ningún otro,
descubrían inmensas amarguras.

Ningún hombre siempre triste;
ninguna mujer melancólica,
y ningún destino les sonreía,
hasta la dulce muerte se les escondía.
Ningún hombre y ninguna mujer
nunca mueren, jamás viven,
como eternas penas vagan,
continuando con sus desventuras
de estar juntos,
y con sus aventuras
de ser amargos.

Ningún hombre es cualquier hombre
y ninguna mujer eres tú.

4 comentarios:

El Pobre dijo...

Rolando,
Ningún... parece el testimonio de un desencuentro. Se percibe cierta resignación. Este poema de Piedad Bonnett tiene esa misma impotencia ante la tristeza:

LOS HOMBRES TRISTES NO BAILAN EN PAREJAS


Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.
Hasta sus frentes pensativas bajan
las nubes
y se rompen en fina lluvia opaca.
Las flores agonizan
en los jardines de los hombres tristes.
Sus precipicios tientan a la muerte.
En cambio,
las mujeres que en una mujer hay
nacen a un tiempo todas
ante los ojos tristes de los tristes.
La mujer-cántaro abre otra vez su vientre
y le ofrece su leche redentora.
La mujer niña besa fervorosa
sus manos paternales de viudo desolado.
La de andar silencioso por la casa
lustra sus horas negras y remienda
los agujeros todos de su pecho.
Otra hay que al triste presta sus dos manos
como si fueran alas.
Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas.
No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.

rolando dijo...

Jajaja (para que no vaya a parecer que soy uno de esos hombres tristes, jaja), me parece muy tuanis la asociación (medio libre, no, estoy bromeando) que hiciste. Y sí, ese texto es un gran desencuentro, fue una bella "ninguna relación", gracias.

El Pobre dijo...

Rolando,
recibiste mi e-mail?
la asociación era libre, ciertamente. pues pensé en la tristeza de tu poema como un ritmo, al igual que en el de Piedad Bonnett. Por cierto a ella la descubrí en un libro de 6 poetas latinoamericanos que publicó Perro Azul, una editorial que queda cerca de la UCR, la conoces?
un compañero de trabajo me ha regalado varios de sus libros y me gustan mucho.
saludos

rolando dijo...

Sí, muchas gracias.